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Gedeón Santos, la importancia de su renuncia

Al Lic. Gedeón Santos Ramos lo conocimos allí, debajo de la mata de limoncillos de la Casa Nacional del PLD, en la Cervantes esquina Ave. Independencia en la ciudad de Santo Domingo; muy joven, cuando todavía casi todos los miembros del Partido andábamos a pies, con el ejemplar de Vanguardia del Pueblo bajo el brazo.

No podemos recordar las responsabilidades reales de Gedeón en aquellos años lejanos; lo que si recordamos es que se desenvolvía en la Casa Nacional, y en el Foro de la Cultura, que tiene su escenario en el rincón derecho del patio que da a la calle Cervantes, donde se hacían presentaciones artísticas periódicas y él, guitarra en mano presentaba magistralmente sus canciones.

La renuncia del Lic. Santos de las filas del Partido de la Liberación Dominicana, y con ello de la facción que representa el “danilismo” a lo interno de esa organización, cobra importancia, porque este intelectual y político dominicano, fue uno de los armadores que le dio sustancia en los medios de comunicación al proyecto del presidente Danilo Medina.

En las filas de la facción gobernante del PLD, no quedan más de tres cabezas con la capacidad política de Gedeón Santos; entre estos se puede mencionar, sin temor de equivocación al Ministro Montalvo. Los adocenados del Comité Político, no pertenecen a nadie, pertenecen a los decretos y a las ventajas que da la pluma del Jefe de Estado; cuando ésta falle, comenzarán a buscar el culpable de su desgracia y a desfilar hacia otros litorales.

En el artículo puesto a circular esta semana por el Lic. Santos, hay muchas puntualizaciones para fortalecer la tesis que devela el título del mismo; pero hay una en específico que debemos considerar, con el perdón del autor, porque creemos que le falta algo.

Cuando Gedeón dice: “Pero con el fin de la guerra fría vino la crisis de las ideologías y de las utopías, y se comenzaron a imponer los valores del pragmatismo y el individualismo en muchos partidos progresistas. A partir de ese momento el PLD nunca volvería a ser el mismo.” Se puede pensar a partir de este juicio, que los altos dirigentes de este partido cambiaron su forma de ver la política por los hechos históricos que acontecían, y quienes vivimos dentro del PLD casi desde su fundación, podemos testimoniar que no es así.

Mucho antes del fin de la guerra fría, miembros de un CP muy pequeño en aquel entonces, sostenían de manera soterrada la tesis de que el Partido estaba imposibilitado de llegar al poder, por la testarudez de Juan Bosch y por la inflexibilidad de los métodos de trabajo que le imponía.

Esas eran las mismas personas que en los 80s celebraban el chiste burlón de un productor de televisión que sostenía en sus programas, que del PLD continuar con esa disciplina y forma de trabajo “moriría sanito, pero sin llegar al poder”; ese señor no cambió a ninguno de los altos dirigentes peledeístas, sino que fortaleció lo que ellos no se atrevían a expresar en presencia de Juan Bosch.

Con la imposibilidad física y mental de Don Juan, se cayeron las máscaras y emergieron los individuos tal y como son; comenzaron las cantaletas públicas como aquello de que “el poder es para usarlo”, o de que “en política se hace lo que conviene”.

“El quiebre histórico y el rumbo perdido del PLD” es un excelente enfoque general sobre la debacle de una obra que albergó intensas esperanzas y muchos sueños incompletos.

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