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Nuestros “trujillitos” y los nuevos tiempos

Borrar la historia de los pueblos es imposible; con los métodos modernos de manipulación de la comunicación social, se puede adormecer la memoria de las masas, pero borrarles las vivencias y los hechos a la humanidad que han quedado registrados en los archivos de prensa y en los miles de páginas escritas por la narrativa de cada época, no es posible.

Un funcionario del gobierno recién reemplazado, con 80 años de edad, usó una vieja práctica de su ídolo (Rafael L. Trujillo) y asaltó la cuna de una jovencita de 21 años; para que el hecho no se quedara en elucubraciones, la embarazó de un niño, que hoy debe contar con algunos 7 años de edad. Este señor que no se quita el nombre de don Juan Bosch de la boca, fue capaz de un acto como este.

A la mejor usanza de la superada era de Trujillo, nuestro historiador de marras se negaba a reconocer la paternidad del menor y a pagar la pensión de manutención; lo que provocó un reportaje televisivo de su antagonista, la periodista Nuria Piera.

Al Partido de la Liberación Dominicana, por haber gobernado el país por un quinto de siglo casi continuo, le toca la primacía de los ejemplos buenos o malos. A partir de 1996, la mayoría de los altos dirigentes de ese partido se olvidaron de las normas estatutarias, y principalmente del acápite h, del artículo 14 de los viejos estatutos que se refería al comportamiento familiar y a la fidelidad de las parejas.

La humildad y la dedicación se diluyeron; y surgió aquel Nandito descrito por el Dr. Joaquín Balaguer en su ponderada obra “Los Carpinteros”. Así fue, “si quieres saber quién es Nandito, dale un carguito”. Los funcionarios antes, diligentes y simpáticos, se mudaron de los vecindarios donde eran conocidos; y para completar, algunos cambiaron de esposas.

Cuenta el Dr. Balaguer que, durante las guerras intestinas en las que participaba el Gral. José María Cabral, contra el gobierno de Buenaventura Báez; Nandito era un joven criado en Los Pinos del Edén, en el municipio de La Descubierta; era bondadoso, obediente, y muy responsable; hasta que fue enganchado como soldado en las tropas del Gral. Cabral; a partir de ese momento con el poder que le daba un arma, se convirtió en un Atilas sanguinario.

Pero, “los nanditos y los trujillitos”, no son exclusividad del viejo Partido de la Liberación Dominicana; las academias de psicología social, deberían encaminarse a estudiar el comportamiento de los dominicanos en los cambios de estatus y en las posiciones de mando; pues parecería que, a los hombres, el poder le aumenta la virilidad, y a las mujeres se le rebosan los estrógenos.

Para quedarnos solo en el comportamiento sexual de nuestra sociedad, ¿Cuántos son los casos de acoso sexual, que salen a la luz pública?, es un porcentaje muy bajo, con respecto a la realidad. En nuestra historia, en muchos ascensos de las mujeres en el Estado y en las empresas privadas, hay una historia subyacente, que avergüenza a la mujer y que la mayoría de las veces, nadie quiere narrar, ni sus protagonistas.

En el caso particular de los ejecutivos, que llegan a los despachos desde el campo político, el dominio dictatorial es más notable; se creen dueños de los despachos, de las asistentes, de las secretarias y del presupuesto. No así sucede con los que llegan, sea al campo público o privado, apoyados por un currículo que no ha sido inventado, y por experiencias de éxitos previos.

Los tiempos han cambiado, y esto deben saberlo todos los profesionales dominicanos; las leyes están ahí para juzgar los comportamientos delictivos; y miles de ojos, los observan desde diferentes ángulos.

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