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Crítica de teatro: Matilda, el musical

José Rafael Sosa

Matilda, el musical, fuera de toda duda, es, como versión nacional, la proeza teatral más extraordinaria de 2024 y de muchos de los años transcurridos.

Los precedentes que deja esta representación son muchos, pero por encima de todo, lo que se obtiene es una representación escénica que deja sentir en escena el presente y futuro inmediato teatral/musical dominicano, mediante un desborde de talento y energía que trasciende la fuerza estética de sus dos cierres, a cargo de toda la compañía.

La versión nacional del afamado musical inglés, que suma ya más de seis mil representaciones en el mundo, dota de vida y perfil quisqueyano a una historia universal por sus valores, por la exigencia de destreza y entrega a los perfiles de sus personajes y a la cual niños y niñas nacionales, le acaban de estampar el entusiasmo vital del Caribe.

El proceso de selección de sus talentos, condujo a analizar más de 400 aspirantes para llegar a la determinación de los 35 personajes que finalmente quedan responsabilizados de actuar.

La coreografía de conjunto, uno de sus principales aportes, por la sincronía de movimientos, a pesar de la escasa edad de una parte del elenco, sobre todo en los pases acelerados. Vocalmente, los coros alcanzan un expresivo abanico de colores, sobre todo en sus tonalidades agudas y una coordinación impecable. Todas las honras para el coreógrafo Erick Roque.

Los recursos técnicos se lucen sobre todo el vestuario, maquillaje   y peluquería, que alcanzan su principal expresión con la malvada Directora Tronchatoro, quien es caracterizada con la misma o mayor verosimilitud que sus similares de las dos películas Matilda (el drama cómico y el musical).

Actoralmente, resaltan la candidez y grácil intensidad las dos intérpretes de las Matilda’s (Camila Mejía y Ema Roque), que enternecen al público (las vimos a las dos). Son dos tesoros a ser descubiertos, respecto de dos papeles centrales que les exigen mucha entrega.  

Judith Rodríguez, que alcanza una interpretación vocal de múltiples expresiones, sustentada además por un dominio del movimiento escénico, transmitiendo el sentido del humor de su paródico personaje y sumando un notable éxito interpretativo a su carrera. Judith está en sus expresiones más altas.

Mención aparte merece Gracielina Olivero, una veterana de nuestros escenarios, que alcanza una actuación cúlmine al proyectar la imagen de la directora, luciéndose sobre todo en movimiento escénico (ese caminar rítmico y pautado con precisión, que no vimos ni en las actrices de las producciones de cine), su gestión vocal, la expresión facial, con el nivel de exageración precisa.

El respaldo musical en vivo, dirigido por Janina Rosado, es de ensueño, sosteniendo las acciones. El musical se dio el lujo de contar con un cuerpo de profesionales del arte musical, ofreciendo la plataforma armónico- acústica a las acciones en escenas.

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Conclusión: Matilde, el musical, la producción nacional, es fuera de toda duda, un espectáculo que ha sentado la fuerza de la voluntad humana para demostrar que una de las expresiones más impecables, es el arte. Habrá funciones este jueves, sábado y domingo próximos.

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