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Despierta la verdadera Navidad

Muchas veces se vive sin estar vivo, siendo distinto de su propia humanidad; donde cada paso genera desarmonía entre la aurora y el crepúsculo; rompiendo sueños sin presente; contradiciendo el bien por diversión y sin medir las consecuencias; en ese caminar se exalta lo inhumano tratando de encontrar justificación a esa pobreza existencial que emana de un alma errante que languidece en el desierto huyendo para no encontrar un oasis.

Ese ser llamado a forjar una sociedad maravillosa y perfecta se hace extraño y rebelde hacia la consecución de tan anhelado mundo; al parecer saboreando con sumo placer el desdén hacia lo humano, creando tensiones con el equilibrio y el buen vivir; y dando cabida a que las sombras reinen y ahoguen el aire que se respira. Aquí se teme explorar las dimensiones de su propia conciencia, como si se evitara traer luz a esas facetas o actitudes que necesitan ser iluminadas.

En esa llamada “sociedad” el dolor atrae el morbo de la indiferencia y de lo insensible; y para el colmo en esta época moderna esa apatía se alimenta de un dispositivo tecnológico, donde se está cerca pero lejos, que no se deja espacio para la escucha, ni vernos los rostros, ni prestar atención a la sonrisa que emana en una noche de soledad, ni siquiera sacar un breve espacio para transmitir unas palabras de aliento que se cuelen y den calor en un día helado de invierno. A propósito de lo planteado, se puede aprovechar en esta cena de Nochebuena, a que se comparta sin aparatos de celulares y se dialogue en familia.

Asimismo, se habla tanto de sueños de libertad, pero nos hacemos esclavos de las cosas, sin darle el verdadero sentido a la existencia que tarde o temprano se marcha de manera inesperada en cualquier estación del año, sin dar ninguna explicación; quedando de ti solo el legado de lo que viviste, si acaso; o el deseo de olvidarte por las huellas que no dejaste.

Entender que la vida pasa, el tiempo vuela y la libertad debe ser ese componente que conduzca hacia la felicidad y el amor, no hacia el aniquilamiento propio, ni a vivir dentro de esa esclavitud libre obviando sin límites hasta dónde llegar para no afectar al otro. Ser libres no debe ser un pretexto para darle cabida a la pérdida de la autenticidad, ni desdoblar la intimidad de tu propia naturaleza digna, por la búsqueda afanosa de los ¨views¨ o vistas, que en ningún momento surtirán el efecto de llenar los vacíos de la existencia.

Se estimula a la violencia y la guerra como subterfugio de construir una paz que nunca se quiere, en donde aquellos que la incitan no son lo que contienden, más bien sacrifican a otros por sus intereses inescrutables como si la vida no vale nada.

Se está ante una conflagración cotidiana sin descanso; entre el fuerte y el débil, lucha la honestidad contra la opulencia con atajos, combate la veracidad contra la posverdad, la ficción y las pantallas contra la realidad y el deber ser, la inmediatez y lo fácil contra el debido proceso, las oscuridades quieren engañar a la luz en las complejidades del corazón; la capacidad de asombro y la sensibilidad social disputan por no perder terreno ante la deshumanización y el individualismo y la virtud combate para dejarse ganar terreno ante la normalización del vicio y la corrupción.

En definitiva, se vive ante un constante combate, en donde todo lo expresado con anterioridad no significa que perdimos la batalla, no es la intención en este escrito quedarnos ante lo sombrío, sino más bien, despertar la navidad de la esperanza en ti, y hacer de este hermoso período un peregrinar a través de los laberintos de la casa interior, donde cada expresión constituya una revelación que se proyecte el resto de tu existencia.

Donde surja una pregunta contundente que cuestione, que haga recordar lo que se ignora y que nos saque de la zona de confort hacia un firme compromiso de cambio; y en donde aprovechemos este tiempo para que sea una reflexión que nos de certeza sobre nuestro propio ser y nos habilite a ser cirios encendidos para la construcción de un mundo mejor, más humano, cercano, compasivo, de paz, solidaridad y amor. Lo dicho no es mera utopía, es una verdadera Feliz Navidad.

ANGEL GOMERA
Abogado
Santo Domingo de Guzmán
[email protected]

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