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Hipólito Mejía afirma el mundo vive una gran incertidumbre que se traduce en el incremento de la desigualdad social y el debilitamiento de la ciudadanía

HYDERABAD, LA INDIA. El ex presidente Hipólito Mejía resaltó que el mundo actual se está reconfigurando a una velocidad tal, que pareciera que todo cuanto considerábamos sólido se está derritiendo, transformándose en una lava ardiente que podría destruir los cimientos mismos de nuestras instituciones.

“nuestros proyectos políticos y personales, y nuestros sueños de paz y justicia en el mundo que compartimos parecieran amenazados por ese magma” dijo el líder político dominicano al fungir como orador en el Congreso Mundial de la Alianza Progresista, celebrada en la India.

“Hablo aquí como ex presidente de la República Dominicana, una nación de América Latina y El Caribe donde, en el año 1492, se inició un encuentro entre dos mundos que marcó la génesis de lo que hoy llamamos globalización, es decir, la conexión de varios continentes con su inherente flujo de seres humanos, recursos naturales, recursos financieros, recursos culturales e ideas, que configuran el crisol de pueblos y naciones en que hoy vivimos”. Expresó

Dijo que esa conexión se caracterizó por el intercambio desigual, la imposición de estructuras de poder, y la acumulación de riquezas por parte de grupos privilegiados, tanto de fuera como a lo interno de nuestros países. La desigualdad y la injusticia social de hoy se gestaron en ese contexto histórico.

“Quiero resaltar que, en estos momentos, mi país, la República Dominicana, está dirigida por el Partido Revolucionario Moderno, una organización política cuyo gobierno está comprometido con los principios que distinguen a nuestra Alianza Progresista, en decir la libertad, la justicia y la solidaridad”.

Dijo “Nuestro objetivo último es hacer del presente siglo un gran espacio social de progreso democrático, social y ecológico”.

Enfatizó “partir de esos valores que los integrantes de nuestra alianza estamos construyendo una globalización optada por nosotros mismos, en lugar de la impuesta por los grandes poderes externos que se han repartido el mundo durante siglos o de la globalización elegida por las élites dentro de cada país”.

¿Cuáles son los desafíos globales que enfrentamos hoy? ¿Cómo convertir esos desafíos en oportunidades?

Dijo que, tanto en su condición de ex presidente como de profesional agrícola, tiene la firme convicción de que la seguridad alimentaria es una condición necesaria pero no suficiente para consolidar la paz y la democracia. Ese ha sido y es un desafío ineludible, aunque para lograrlo necesitamos una visión estratégica e integral que nos permita convertir nuestras ventajas comparativas en ventajas competitivas.

En otras palabras, la humanización del campo es inseparable de la seguridad alimentaria, del desarrollo integral, y de la paz social y política.

A continuación, el discurso íntegro del ex presidente Hipólita Mejía en La India

Estimados compañeros,

Señoras y señores:

Agradezco sinceramente a la Alianza Progresista y al Congreso Nacional de la India la gentil invitación que me extendieron para participar en esta Conferencia Internacional, la que de seguro tendrá resultados muy favorables para nuestros pueblos hermanos de varios continentes y países.

Esta reunión es especialmente significativa porque ocurre en un momento en que el mundo se está reconfigurando a una velocidad tal, que pareciera que todo cuanto considerabamos sólido se está derritiendo, transformándose en una lava ardiente que podría destruir los cimientos mismos de nuestras instituciones, nuestros proyectos políticos y personales, y nuestros sueños de paz y justicia en el mundo que compartimos.

Hablo aquí como ex presidente de la República Dominicana, una nación de América Latina y El Caribe donde, en el año 1492, se inició un encuentro entre dos mundos que marcó la génesis de lo que hoy llamamos globalización, es decir, la conexión de varios continentes con su inherente flujo de seres humanos, recursos naturales, recursos financieros, recursos culturales e ideas, que configuran el crisol de pueblos y naciones en que hoy vivimos.

Es bien sabido que esa conexión se caracterizó por el intercambio desigual, la imposición de estructuras de poder, y la acumulación de riquezas por parte de grupos privilegiados, tanto de fuera como a lo interno de nuestros países. La desigualdad y la injusticia social de hoy se gestaron en ese contexto histórico.

También hablo hoy como militante del Partido Revolucionario Moderno, una organización política que dirige un gobierno comprometido con los principios que distinguen a nuestra Alianza Progresista , en decir la libertad, la justicia y la solidaridad.

Es justamente a partir de esos valores que los integrantes de nuestra alianza estamos construyendo una globalización optada por nosotros mismos, en lugar de la impuesta por los grandes poderes externos que se han repartido el mundo durante siglos o de la globalización elegida por las élites dentro de cada país.

Nuestro objetivo último es hacer del presente siglo un gran espacio social de progreso democrático, social y ecológico.

Sabemos muy bien que la India y América Latina han sido profundamente impactados por la globalización impuesta. Ahora llegó el momento de que trabajemos, juntos y generosamente, a favor de nuestra propia agenda global y de sus expresiones particulares en cada uno de nuestros países.

¿Cuáles son los desafíos globales que enfrentamos hoy?

¿Cómo convertir esos desafíos en oportunidades?

Hablemos primero de los desafíos.

Tanto en mi condición de ex presidente como de profesional agrícola, tengo la firme convicción de que la seguridad alimentaria es una condición necesaria pero no suficiente para consolidar la paz y la democracia. Ese ha sido y es un desafío ineludible.

Sin embargo, en el contexto global actual, donde los factores internos y externos son relevantes, ese desafío sólo se puede enfrentar exitosamente si tenemos una visión estratégica e integral que nos permita convertir nuestras ventajas comparativas en ventajas competitivas. En efecto, alimentar adecuadamente a los habitantes de países grandes, como la India, y los más pequeños, como el mío, implica articular en un todo la producción, la distribución, el comercio y el consumo.

En muchos de nuestros países, donde la pobreza rural es una realidad dura y tangible, esa visión nos obliga éticamente a situar a los pobladores rurales como actores y sujetos clave de la seguridad alimentaria en tanto que consumidores y productores, y no sólo como agentes económicos o, un factor de producción sin rostro humano, sujeto a la ley de la oferta y la demanda.

En otras palabras, la humanización del campo es inseparable de la seguridad alimentaria, del desarrollo integral, y de la paz social y política.

Pero la dinámica propia del sector agropecuario es inseparable de lo que ocurre en los otros sectores económicos, es decir, la manufactura, la industria, y el creciente sector de servicios.

Más aún, por cuanto las tecnologías de la comunicación operan de hecho como un eje transversal que articula dichos sectores económicos y sus dinámicas sociales y políticas, es imperativo que resaltemos su importancia en nuestros proyectos de corto, mediano y largo plazo.

No es exagerado decir que esa articulación es una infocracia, es decir, un espacio estructurado por el uso y el control de la información.

Consecuentemente, disponer de información pertinente y oportuna es vital para enfrentar los retos que nos imponen las actuales circunstancias.

Sin duda, en el campo económico la información es una piedra angular de toda la estructura de producción, intercambio, comercio y consumo. Esto así, porque quien disponga a tiempo de la información sobre el comportamiento de los factores de producción, especialmente el mercado, estará en capacidad de aprovechar oportunidades que en muchos casos son breves y fugaces.

A modo de ejemplo, recordemos el rol vital jugado durante muchos años por la Organización Mundial del Comercio a fin de evitar el desequilibrio en la comercialización de bienes y servicios esenciales para los pueblos.

Es justamente por esa razón que estamos obligados a tratar como un grave desafío lo que muchos denominan la “guerra arancelaria” que hoy impacta

con fuerza en todo el mundo y que, eventualmente, podría desembocar en el control de rutas marítimas clave y en el desequilibrio de la cadena de comercialización mundial.

Hay señales preocupantes de que esa situación podría tener un impacto devastador para las economías más vulnerables de nuestro planeta y, como resultado, en la calidad de vida de una parte de la población.

Sabemos que vivimos tiempos de incertidumbre, pero también la lógica nos conduce a concluir que este estado de cosas es necesariamente coyuntural.

Por esa razón, debemos desarrollar la capacidad de visualizar la posible duración de esta situación y, a partir de ahí, prepararnos adecuadamente para desenvolvernos con éxito en el marco del nuevo equilibrio.

Esa actitud vigilante y prudente nos servirá para contribuir efectivamente a la preservación de la paz mundial que hoy se ve amenazada por hechos vinculados a los conflictos bélicos, el narcotráfico, el tráfico de armas, el crimen organizado y el terrorismo, entre otros males.

Nada de lo antes dicho puede desvincularse de uno de los grandes desafíos que enfrentamos. Me refiero a la desigualdad social.

En efecto, como ha sido examinado por notables estudiosos, es probable que nunca antes en el mundo tuvimos la capacidad que hoy existe para producir riqueza material. Sin embargo, en muchos de nuestros países, la producción de esa riqueza no se ha traducido en la inclusión social de una buena parte de la gente.

El resultado es un mundo donde la desigualdad social toca directamente las vidas de millones de mujeres y hombres. De manera particular, esa desigualdad crea situaciones de vulnerabilidad para muchos jóvenes, envejecientes y mujeres.

La situación de incertidumbre que vivimos se traduce en el incremento de la desigualdad social y, consecuentemente, en el debilitamiento de la ciudadanía y del sentido de pertenencia.

Nuestro desafío es sobreponernos a esa incertidumbre y crear la ciudadanía sólida mediante la creación de oportunidades y la consolidación de instituciones que garanticen los derechos ciudadanos, desde los derechos económicos como un empleo digno, hasta los derechos culturales en países con notoria diversidad étnica.

La radiografía que estamos haciendo de esa incertidumbre estaría incompleta si soslayamos el preocupante resurgir del autoritarismo y el deterioro de la democracia a nivel global.

En efecto, en estos tiempos de incertidumbre, en diferentes partes del mundo están aflorando ideas y prácticas autoritarias que nos remontan a épocas que los progresistas entendíamos habían sido superadas definitivamente.

Ese creciente autoritarismo es exactamente lo contrario de lo que la Alianza Progresista ha definido como su compromiso innegociable por la democracia, la libertad, la justicia y la solidaridad.

Compañeros:

Creo que todos estamos de acuerdo en que el cambio climático es un reto de primer orden en nuestra agenda progresista, especialmente en el marco de los procesos antes mencionados.

Ciertamente, la preservación y el uso racional de los recursos naturales es un imperativo para asegurar la sostenibilidad del progreso y la paz. En particular, tenemos el reto de proteger las cuencas hidrográficas, y todas las fuentes acuíferas.

En los países con costas marítimas, es necesario cuidar los arrecifes, además de evitar su contaminación por el manejo inadecuado de los residuos sólidos y los líquidos generados en los procesos industriales y en la manufactura.

Quiero ahora referirme, brevemente, a la tarea de convertir esos desafíos en oportunidades.

Para empezar, debemos poner en práctica el principio de la solidaridad internacional como un requisito para apoyarnos mutuamente, intercambiar información y tejer redes de intercambio en los planos económico, político y sociocultural.

Esa iniciativa es inseparable del uso de la diplomacia y la participación en los organismos internacionales donde se debaten esos temas y se toman decisiones vinculantes.

El fortalecimiento de los partidos políticos consituye una herramienta vital para hacer realidad esos esfuerzos. Sin embargo, es imperativo que los partidos políticos se distancien del clientelismo y abracen una ideología a favor de la gente.

Esa ideología, sin embargo, no tiene que ser sinónimo de un discurso único, sino más bien de una actitud ética coherente que celebre la diversidad y procure genuinamente la democracia y la justicia social en las circunstancias particulares de cada país. Se trata de pensar globalmente y actuar localmente.

Para concluir, quiero decir que mi visión internacionalista y solidaria, mi sueño de justicia social, de paz, y de democracia, tienen como referente a un ser humano extraordinario que considero mi gran maestro político.

Hablo del muy querido e inolvidable doctor José Francisco Peña Gómez, quien recorrió todos estos lares nutriéndose de la sabiduría de los pueblos y practicando el internacionalismo como estandarte de la socialdemocracia y el socialismo democrático.

Señoras y señores:

Sé que varias de estas ideas han sido presentadas por algunos de los expositores que me han precedido. Sin embargo, no nos podemos cansar de enfatizar la necesidad de trabajar juntos a favor de la convivencia pacífica, la democracia, la justicia social y la solidaridad.

Esa es la única respuesta válida a los desafíos propios de estos tiempos inciertos.

Muchas gracias.

Hipólito Mejía

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