Colaboración : José Rafael Sosa
Hay teatro. Hay mal teatro. Hay buen teatro. Hay teatro excepcionalmente bueno. Hay obras que se convierten en experiencias inolvidables. Y luego está… El retrato de Dorian Gray.
Cuando supimos —gracias a los maravillosos gestos de la casualidad— que se preparaba la presentación de este montaje, nos asaltó la certeza de que lo que vendría sería un suceso para la escena teatral dominicana. Y así ha sido.
Este montaje nos ha deslumbrado en cada uno de sus parlamentos, nacidos de una creatividad literaria superior, de un autor que —Oscar Wilde—. El autor es un ser escapado a voluntad de los esquemas y estereotipos que establecían la normalidad de su época, y cuya obra ha trascendido hasta los límites de la existencia física.
Como producción escénica, El retrato de Dorian Gray es impecable en cada aspecto: una selección precisa del texto —la única novela de Wilde—, una cuidada adaptación, la dirección de Manuel Chapuseaux, y una determinación acertada en la elección de los talentos. Destaca la sorprendente decisión de convocar a Giamilka Román (como Dorian Gray) para interpretar un papel masculino, así como la elegante y sarcástica fluidez de José Roberto Díaz (como el irónico y expresivamente denso Lord Henry Wotton) y la firme interpretación del joven actor Jovany Pepín (como el pintor Basil Hallward). El vestuario de época, cuidadosamente diseñado y confeccionado (aunque con algunos detalles perfectibles), completa el cuadro visual.
A ellos se une Cindy Galán (como Sibyl Vane y El Retrato), quien vuelve a confirmar su compromiso con la escena en dos roles que, aunque parecen secundarios, poseen una trascendencia que va más allá de lo que sugiere la ficha técnica.
Giamilka Román, actriz y productora de amplia trayectoria, asumió este reto y ofrece una caracterización que llena el escenario. Su rictus actoral impacta y conecta con la platea. Brillante, simplemente brillante, la forma en que transmite los parlamentos de la novela de Wilde.
José Roberto Díaz asume un protagonismo igualmente brillante, gracias a la fuerza de sus textos y el dominio gestual de su personaje.
La coreografía teatral, bajo la responsabilidad de María Emilia García Portela, adquiere una importancia determinante en el desenlace, con una danza simbólica que resuelve de forma inteligente el final de la historia. Todos los que conocemos la novela nos preguntábamos cuál solución escénica se elegiría. La respuesta es tan estética como efectiva.
El diseño de iluminación de Lillyana Díaz hace un silencioso pero contundente aporte a las densidades dramáticas del montaje.
Las funciones de esta obra, que vuelve a escena el próximo fin de semana, han tenido tal demanda que se encuentran casi agotadas, al punto de que debió abrirse una venta adicional.
El retrato de Dorian Gray es uno de los grandes sucesos teatrales de 2025 y se suma a una constelación de producciones que evidencian que el teatro dominicano cuenta con un público consciente y comprometido que respalda este quehacer artístico.