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Abinader sin sucesor en el PRM

La contienda por la nominación presidencial para las elecciones de 2028 dentro del PRM dibuja un panorama en el cual el presidente Luis Abinader parece haber perdido la capacidad de influir de manera decisiva en la elección de su sucesor.

Con el inicio anticipado del proceso interno, los aspirantes a la candidatura presidencial recorren el país al margen de la influencia directa de Abinader.

Hasta el momento, quienes han anunciado sus aspiraciones son en su mayoría funcionarios del gobierno, a excepción de la alcaldesa del Distrito Nacional. Llegará el momento en que todos deberán tomar licencia para dedicarse por completo a sus proyectos presidenciales.

Entre los aspirantes —David Collado, Eduardo Sanz Lovatón, Carolina Mejía, Wellington Arnaud, Guido Gómez Mazara y Tony Peña Guaba— ninguno responde de manera clara y directa a la voluntad de Abinader, ni se percibe que representen una línea definida del presidente.

La tradición política dominicana ha estado marcada por el continuismo, el caudillismo y la necesidad de garantizar la supervivencia política, lo que implica preparar el retiro del poder asegurando que no habrá persecución posterior, ya sea jurídica o de otra índole.

El temor a ser perseguido desde el gobierno no solo ha existido entre partidos rivales, sino también entre presidentes de una misma organización política. De ahí que la estrategia de asegurar la supervivencia se haya convertido en un paradigma pragmático de la política dominicana.

Ejemplos recientes se remontan a Joaquín Balaguer, obsesionado con permanecer en el poder y evitar que surgiera una figura que le hiciera sombra. Nunca designó un sucesor y, cuando ya no pudo jugar la carta del caudillo, se inclinó por una salida pragmática: apoyar a Leonel Fernández frente a Peña Gómez, quien amenazaba con llevar a la justicia a su círculo cercano.

También se recuerdan los casos de Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco en el PRD, cuya rivalidad interna generó un ambiente de mutua amenaza de persecución. En el PLD, aunque no se concretaron acciones directas de venganza, siempre rondó el temor entre los cercanos a Leonel Fernández y Danilo Medina, fruto de la fuerte rivalidad entre ambos.

En ese contexto, resulta extraño que el presidente Abinader no muestre ninguna de esas tres características tradicionales —continuismo, caudillismo o estrategia de supervivencia— y se perciba lejano del proceso interno de su partido.

La historia enseña que los descuidos políticos pueden costar caro. Muchos líderes han terminado atrapados en persecuciones inesperadas por haber confiado demasiado o por no haber intervenido a tiempo en la selección de su sucesor, permitiendo que emergiera un rival oculto que luego les pasara factura.

Abinader está compelido a involucrarse de manera decisiva en la escogencia de su sucesor dentro del PRM. Tiene el poder y la fuerza política para hacerlo. Si decide no intervenir, el eventual candidato electo no le deberá nada, y quedará libre para actuar en el futuro según los vaivenes de la política dominicana.

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